jueves, 5 de septiembre de 2013

La nueva Odisea: Ir de compras

El hecho de ir de comprar y recorrer los grandes almacenes cargadas de bolsas de diversas tiendas es un pasatiempo que normalmente se le ha atribuido a las mujeres, o al menos lo ha sido, pero tiempo hace (Más bien hace una temporada) que ha pasado a convertirse en una actividad desgarradora, me explicaré: 

Partiendo del inocente paseo por las calles/pasillos de unos almacenes deteniéndote en escaparates que deberían mostrar las mejores galas de los susodichos establecimientos que han pasado a mostrar maniquíes escurridos con pestañas postizas más abajo de lo normal, pelucas de colores que les cubren la cara ya que están mal colocadas (Aunque de una fascinante buena calidad) y cuadros, y flores, combinaciones de cuadros y flores. Pero vaya una coincidencia, unas botas se salvan, una chaqueta que se pueda llevar por separado o esa mera curiosidad de que vas a encontrar por las calles de tu ciudad. 

Nos aventuramos entre percheros y telas muy poco apropiadas para el cierzo zaragozano, camisetas oversize (Vamos, que son mucho más grandes de la cuenta) cosidas de tal forma que parece que el señor o señora a la máquina sufra una tremenda miopía; pantalones que son demasiado altos y en consecuencia demasiado cortos, de estos que te dejan el tobillo al aire pero valen igual que unos pantalones normales y corrientes (Señores, quiero mi cacho de tela restante); faldas que mezclan algodón y polipiel, inquietante combinación, cuanto menos; y lo más absurdo de todo, jerseys de cuello alto ombligueros. Y cuadros, y flores, y cuadros, y carpas, y flores, y cuadros... ¿Eso son rayas? ¿Estrellas en las zapatillas por fuera y rayas por dentro para que sientas la bandera de EEUU a tus pies? (Me sé yo que esto no les haría demasiada gracia a algunos americanos).
Adentrarse a los probadores es todo un reto, ya no sólo por esa interminable fila compuesta por adolescentes hormonadas cargadas de crop tops y pantalones sobaqueros de los que se llevan ahora (¿Sabéis, sería mucho más rentable que el trozo que sobra por arriba se lo pusieran por abajo? Una que está cansada de ver culos...), mismo pelo y ese repelente gesto de echárselo para atrás cual anuncio de Pantene venido a menos. Antes, por supuesto, habrás tenido que encontrar tu talla, y ten cuidado, porque en Zara igual te vale una 38, que será una 40 en Stradivarius y una 42 en Berskha, acierta tú en esta ruleta rusa de las medidas. Con el calzado, por lo menos, suele ser siempre la misma talla, pero guarda tus tobillos de los tacones de alturas vertiginosas o de las botas con aperturas fuera de lugar que pueden valer incluso más que una pieza entera (me gustaría saber qué se le pasó por la cabeza al señor Balenciaga).

Pagar ya es otra historia, ya que tu cartera se vacía a pasos agigantados por un par de prendas de lo más básicas (¿Quizás algo de cuadros, unas flores?) que te ha costado la vida encontrar entre toda esa parafernalia que lucen nuestras adolescentes junto a sus amigas (Parecen un ejército de niñas malotas). 

Suspiras tranquila, la aventura ha tocado a su fin, tú te has comprado unos pantalones vaqueros y una camisa y ellos se han embolsado 40 € y un poco de tu autoestima. Gracias por su visita.

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